
02- Metal Thrashing Mad
03- I'm Eighteen (Alice Cooper COVER)
04- Panic
05- Subjugator
06- Soldiers of Metal
07- Death from Above
08- Anthrax
09- Across the River
10- Howling Furies
Los inicios de Anthrax fueron moviditos. Scott Ian y Dan Lilker contaban con 18 años cuando, después de haber experimentado en otras bandas, decidieron montar su propio proyecto. Según parece, la manera de trabajar de los fundadores era tan exigente que impidió la continuidad de casi un ejército de músicos. John Connelly (Nuclear Assault), Dirk Kennedy y Greg Walls (Hittman), Jason Rosenfeld (Reverend), Bob Berry, Paul Crook (M.O.D., Meat Loaf), Dave Weiss y Greg D'Angelo son sólo algunos de los músicos que pasaron por la formación original con más pena que gloria, hasta que el proyecto comenzó a materializarse con la incorporación de Neil Turbin, quien puso la voz a las tres primeras piezas: Antichrist, Haunting Dog y Sin (si alguien sabe cómo pillarlos que me informe).
Hablamos de primeros de los 80, en todo el globo el Heavy Metal comenzaba a instalarse en la sociedad. Iron Maiden, Motorhead, AC/DC o Judas Priest eran la referencia para jóvenes como Ian y Lilker, que aportaban un toque de velocidad a sus composiciones, paralelamente a otras bandas americanas como Metallica, Slayer o Exodus, todas nacidas entre el 81 y el 82. Anthrax obtuvo cierta fama en la zona Este del país tras ganar algunos concursos, y tras varios cambios de formación, los fundadores incorporaron a Charlie Benante a las baquetas y Daniel Spitz como guitarra solista, con lo que la formación original, la que grabaría Fistful of metal, ya había nacido.
Tras telonear a Metallica, que ya andaban metiendo caña, hicieron lo propio con Manowar. Ross the Boss, el guitarra de los "kings of metal" por entonces, se quedó a ver el concierto, le impresionó el rollo que se llevaban Ian y cía., y les propueso la producción de los temas "Soldiers Of Metal” y “Howling Furies”. Boss, que controlaba parte del cotarro por la costa Este, consiguió que la recién nacida discográfica "Megaforce" vendiera tres mil copias de la maqueta en apenas dos semanas. Este tirón inicial sirvió a Anthrax para girar por todo el país junto a sus colegas de Metallica y algún grupo de renombre como Raven. Ya rodados, desplegando en los escenarios varios de los temas que formarían parte de su disco debut, los cinco chavales se metieron en un estudio a grabar "Fistful of metal". El resultado fue lo que hoy es considerado como uno de los discos más personales y potentes de los inicios del thrash. Según parece, en la potencia de las composiciones, con tintes speed y punk-core, tuvo mucha culpa Dan Lilker, que dejaría la banda para montar Nuclear Assault junto a Connelly, con quien hizo buenas migas cuando este estuvo probando en la banda (The plague y Out of order son mis dos recomendaciones de este grupo).
En cuanto a Fistful of metal, bueno... es un disco de discordia. No es un juego de palabras. Para unos es una pieza pobre en la producción, la verdad es que suena como si hubiera sido grabado en un garage de acústica paupérrima (o en la Sala Heineken :P), con un reverbe hueco; para otros, los intentos de Turbin por imitar a Halford a base de gritos, son insuficientes para afirmar que este tipo sabía cantar. Pero para la mayoría -a expensas de simpatizar más o menos con Turbin o de opinar en contra del sonido final del disco-, desde el punto de vista compositivo, es un disco admirable.
Jodidamente veloz, arranca con Deathrider, una metáfora en clave mitológica de la búsqueda del poder total, según Turbin -que se jacta de haber creado todas las letras y títulos del disco, supongo que no se atreverá a decir que el cover de Cooper también :)-. El riff de inicio es bárbaro, y la intención vocal me parece acertada, claro que si comparas esto con lo que es capaz de alcanzar Belladonna, la diferencia es palpable. Lo que es cierto es que Turbin se esfuerza una barbaridad, desgañitándose en esos "Hear the screams!" con grito incorporado, y en el último "Tonight!". Imagino que para quien pinchara el vinilo por primera vez en el 84, viendo la carátula -demasié salchichera- no sería un estorbo la producción, ni el protagonista sonido de la batería; sino que más bien lo fliparía con la velocidad de los riffs, con la potencia de los golpes de Benante y el cuidado sólo de Spitz, que ya daba muestras siendo un imberbe de todo lo que llevaba dentro y ha sacado disco tras disco durante 25 años. A mí este tema, personalmente, me vuelve loco. Como arranca la batería después de cada estribillo, como tomando carrerilla... gggg (babilla).
Metal thrashing mad! es más de lo mismo. Menos acelerada que Deathrider, pegadiza como pocas, se ha convertido en uno de los cortes obligatorios en directo del grupo. Vuelve a destacar el solo, al que sigue un parón con el Turbin más gritón del disco -acertado en este caso el desgañitamiento-. Un tema corto, directo, potente... Un clasicazo.
I'm eighteen es una de mis debilidades. Es quizá la canción menos maltratada por la producción debido a que el bueno de Turbin se dedica a cantar con su propia voz, no forzando el falsete como en gran parte de las demás, y no descoyunta el sonido del resto del grupo. Me encanta el acelerón de Benante durante el final del punteo, como cabreándose y renunciando muy a su pesar a destrozar los parches. Ya tendrá tiempo, ya... El estribillo final es una delicia, con unos coros bien entonados. Este tema es especial para mí, porque me sentía totalmente identificado cuando lo escuchaba, con ese "I'm a boy and I'm a man", y el "I like it, love it, like it, love it"... Esos 18... ufff... quien os pillara...
Llegamos a mi tema preferido de la primera etapa de Anthrax, y de hecho, creo que hasta Among the living no hay ninguna composición que me guste más que Panic en los dos primeros discos. Es la canción, junto a Howling furies, dónde mejor se aprecia el trabajo de las guitarras. Tras el riff de inicio, cuando arranca el tema, Turbin se incorpora a la perfección, me encanta el trabajo del voceras en este corte... pero me quedo con la parte rítmica después del segundo "Losing control", con ese sólo endiablado que desemboca en un doble punteo delicioso, amplio, con Benante y Lilker por debajo marcando los tiempos como dos fenómenos. Cuando crees que ha terminado y esperas de vuelta los gritos de Turbin, llega el tapping, veloz y elegante, que da paso a un nuevo y último sólo, breve pero absolutamente desbocado. En total ¡¡un minuto y medio de parte instrumental!!, sin medios tiempos, a toda velocidad. Un auténtico puñado de metal. Algo que hace de este tema una canción especial es el acierto de no haberlo alargado demasiado. Cuatro minutos. Lo normal, según las estructuras habituales, habría sido haber incorporado un nuevo estribillo para cerrar, pero se lo cargan con naturalidad, con un cierre seco y contundente. Clavado.
Subjugator es otro puñetazo, con varios cambios de ritmo desperdigados por sus cuatro minutazos y medio. Abre con una escala que marcará las estrofas de la composición, intercalada con breves punteos hasta el primer cambio de ritmo -¡¡el primer bridge de la historia de Anthrax!!- que sirve para acomodar al bueno de Spitz de cara a un nuevo alarde de virtuosismo con la púa, que a lo largo del disco va adquiriendo mayor protagonismo. Comienza entonces otra parte de la canción, sobre un riff plano, comandado por Benante, un juego de notas que llega al éxtasis en un nuevo cambio de rumbo (2:36), que da pie a otro sólo del 'lead guitar' (¡vaya fichaje!). Esta canción me recuerda a las primeras composiciones de Mustaine al frente de Megadeth, con esos punteos intercalados del inicio, la complejidad de la estructura y la contundencia de los saltos por el traste. Quizá es una apreciación personal sin más...
Soldiers of metal arranca con un tufo a Metallica que no se lo salta un bombero mezclado con un halo de heavy metal en plan épico -quizá la mano del jefe Ross anduvo detrás- que finaliza con la entrada de Turbin. A mí, personalmente es un tema en el que no me agrada demasiado la adaptación de la voz. Si bien, y aunque me parece uno de los temas más flojos del disco en el plano creativo, los ritmos cortados de Ian y Spitz y los redobles de Benante presentan la uva en bruto de lo que sería el mejor vino de los Anthrax de unos años después. Y es que es difícil sacarle defectos al disco más allá de los citados al principio.
Un punteo, bastante guarrete, acompañado por unos golpes de batería bestiales son la carta de presentación de Death from above. Me flipa este tema, a diferencia del caso anterior, la garganta de Turbin se incorpora a la perfección, adelantándose un pelín al riff principal, y su voz histriónica queda que ni pintada en este corte. El estribillo, con ese pegadizo "Jet final, Jet Final", tiene algo del feeling que apenas un año y medio después emanaría Spreading the disease. Pero siguiendo con esta 'Muerte en las alturas', no se puede pasar por alto el sensacional sólo central del tema, y el ritmo cuidado, quizá el más thrasher del disco, que le sigue. Tras la segunda estrofa y el segundo estribillo, vuelve a la carga el solista de la banda acompañando unos gritos de Turbin quizá demasiado altos, pero efectivos en el juego dialogado con las cuerdas de Spitz. El tema más largo del disco, trabajado en todo menos en la letra.
La ópera prima contiene el tema homónimo del grupo. Anthrax ofrece una estructura especialmente particular. Comienza con un ritmo machacón a una velocidad lenta que da paso a otro ritmo acelerado. Pero, sorprendentemente, estas últimas no van a ser las notas que sirvan de esqueleto a la canción, sino que la composición se adaptará a la voz de Turbin, perdiendo la velocidad speed-thrash que tanto prometía segundos antes, y avanzando a golpes. Al principio te defrauda un poco, pero en seguida te adaptas, sobre todo cuando termina la estrofa y llegas al segundo estribillo. Es una pasada: acertada incorporación de los coros, la velocidad de Benante apaleando los platos en el momento preciso... adrenalina pura y dura... ganas de cantar... Tras un riff pegadizo llegamos a un nuevo parón para volver al ritmo machacón del principio que se acelera y pone el punto final. Una canción completa y entretenida.
Across the river es un tema instrumental de apenas minuto y medio compuesto por los dos guitarras del grupo, en el que la batería adopta bastante protagonismo. Se trata de una serie de buenos solos encadenados, con un breve cambio de ritmo con tintes militares. Tampoco es que sea para tirar cohetes, pero ahí está.
Llegamos al final con la canción más reflexionada del disco. Howling furies no es un tema demasiado complejo o dinámico como Subjugator, ni tan veloz como Panic, pero logra transmitir una idea del conjunto total del álbum. Su ritmo es autéticamente thrash, y la voz de Turbin, como en I'm eighteen es más fácil de escuchar, quiero decir que "canta" y "no grita". Apenas ha terminado la primera estrofa, con un coro en falsete bastante logrado, todo sea dicho, se suceden dos sólos, tras los que llega una de las melodías más hermosas y personales del disco, a dos guitarras, en la onda del fraseo central de Panic. De inmediato vuelve a la carga un Turbin comedido, al que se le escapa uno de sus gritos a lo "heavy metal god" porque que se le escapa del pecho de puro gozo. De aquí al final, se repite el estribillo.
Fistful of metal es, en esencia, uno de los trabajos claves del embrión del "thrash" de los 80. Un trabajo serio, con toda la violencia que se transmite en la carátula, con las ganas y la rabia de los 18 años, y con un concepto un pelín alejado del thrash que se creaba al otro lado de los States, con letras más basadas en la carga social que en la idea de violencia gratuita y muerte que propagaban otras bandas thrashers. Una obra de culto. Un pedazo más que significativo de la historia del metal. Una recomendación sincera.
Fuente: El Portal del METAL.
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